lunes, 10 de junio de 2013

¿PUEDE MATAR EL AMOR?

Si no te quieren como tú quieres que te quieran, ¿qué importa que te quieran?

Dolientes, renegadores de la suerte,  amargados, frustrados y tristes por haber sido despreciados en el mayor de sus anhelos, sintiéndose humillados al haber sido rechazado su bien más preciado, su amor, y CON EL ALMA DESCOCIDA, así muchas veces navegan por el mar de la  existencia, multitudes agigantadas de barcas blandas, los humanos; y a quienes,  para este instante y tras haber vivido tales circunstancias,  de "humanos" ya casi no tienen nada.

Y allá a lo lejos, ajena a estos dolores, miré a Alicia. La moderna heroína de un viejo cuento, en tanto que ella observaba a una anciana, sus pensamientos tarareaban:

"La trabajadora de cinco amigos ensartaba la aguja;
la tela gris, antes blanca, dejaba acariciarse lento,
mientras en sus adentros, rogaba porque el hilo
que ahora aguijoneaba sus entrañas, esta vez fuera fuerte,
y jamás en la vida lograse romperse de nuevo"

Como si fuésemos guiñapos de tela vieja o de algo hermoso que ayer existió, así muchas veces nos sentimos los hombres, cuando nuestro corazón se equivocó al elegir el objeto de nuestro pasión o ternura desbordada.

Con ganas de morir, de evadir los gritos que parecen susurrarnos las miradas, los abrazos de lástima que parecen cantarnos los conocidos que supieron la historia, o las palabras con letras mudas que parecemos leer en las caras que ven nuestro enojado rostro.

Pero, ¿es verdad que ese amor no recíproco es el culpable de esos andrajosos humanos que deambulan por el mundo (que ahora les parece la nada), ó será acaso la ausencia de un amor propio la culpable de esa quebrantadez del alma?

                                                 

Alicia no sabe la respuesta, pero ella se ama, ha cimentado su casa, tan fuerte y tan firme que ahora es una fortaleza, observando a la abuela ha aprendido la mejor lección del mundo, no importa si a quien amó le correspondió o no, el amor más grande ya lo tiene dentro del alma. Puntada a puntada, día con día ensarta su aguja haciendo una costura larga, que hará indestructible la tela con la que, cuando sea grande,  habrá de cubrir el techo del amor que le corresponde, el que ni antes ni después vendrá, la amará en verdad y a su justo tiempo.                                                     

Quien no haya sufrido una decepción por amor que levante su mano, quizá airoso y feliz por haber evitado ese trance tan amargo, o si lo desea, elevando sus ojos interrogando al Supremo Creador, del por qué le ha librado de esa contingencia cotidiana, pues si bien hubiese sufrido mucho, tras el dolor, sabio maestro amargo, se hubiese engrandecido su alma.

Entonces es cierto, ¡el amor mata!, ó al menos puede llegar a ser el autor intelectual de la muerte (aunque pocas veces física) de un ser que desde antes de toparlo, ya se hallaba débil y descocido. ¡Si mata el amor, más no con sus manos... sino con sus armas! ¿Sus armas? Las palabras, las caricias, los "te amo", las promesas, ... los "te quiero";  traicioneros ingratos que muelen a palos, con su deshonestidad, el corazón y el alma del amante sincero.

 Entonces, ¿Quiénes los culpables de esta matanza?

Los amores desmedidos hacia  la otra persona, combinados con el principal veneno,
el desamor propio; el que al pasar inadvertido, hace a un lado al amor, para convertirse en el auténtico y único asesino.

Sabiéndolo entonces, procuremos imitar a la pequeña Alicia y creemos nuestro país de las verdaderas maravillas, encerrando a los culpables e inutilizándolos para siempre en sus "asesinatos".

Por eso, por ti, por mí, por tus hijos, por los míos,  y por todos los que nos rodean, hoy te digo:

  • Te amo porque cada día te esmeras más en hacer que crezca tu amor propio.
  • Perdón por decirte hasta ahora que eres un ser extraordinario, especial, único e irrepetible, como  lo es también, cada parte de mi ser.
  • Lo siento por las veces que amaste tanto, que olvidaste decirle a esa persona, que más grande que ese amor finito, es el amor y el respeto que te debes hacia ti mism@.
  • Te agradezco inmensamente porque al tiempo que aprendes a amarte, y al tiempo en que yo te amo, estoy aprendiendo a sanar mis memorias, tus memorias y las del mundo entero.
Por tu presencia en mi vida, yo te doy gracias, y te bendigo.

Shakti Sándria



 


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