sábado, 8 de diciembre de 2012

LO QUE A TODOS NOS CUESTA TANTO TENER: HUMILDAD

"Sólo cuando un hombre ha sido vencido puede descubrirse su verdadera grandeza." Herman Melville 


Al frente de una de las escenas más tristes (pero desafortunadamente cada vez más comunes) que observan mis ojos: la derrota y frustración de un ser en su aproximación a la muerte, mi cabeza divaga sobre lo difícil que es, la mayoría de las veces, para nosotros los humanos el reconocer nuestros errores, faltas, egoísmos, arrebatos y prepotencias mal fundadas.

¿Por qué poseeremos ese sentimiento de perfección? ¿Qué nos da esa seguridad malsana de que todos nuestros pensamientos y acciones son los correctos? ¿Qué es lo que nos hace pensar que los demás siempre son los que están equivocados? ¿Será acaso que al salir de aquel refugio de amor en el que se nos concibió, veníamos adjuntos al sello de grandeza y perfección, y en algún punto del transcurrir de nuestra existencia esta distinción se rompió ,  y  ahí, en medio del camino lo dejamos para siempre abandonado, sin que lo notase nuestra conciencia ni nuestro cuerpo?




Algo de lo que más disfrutamos muchos de nosotros es de sentirnos grandes, poderosos e importantes ¿en qué? ¡Eso es lo que menos importa!, en cualquier cosa que podamos despegarnos del resto de los mortales estará bien. Para muchos el tener fortalezas económicas será suficiente; para otros alcanzar logros intelectuales, deportivos, laborales; el reconocimiento, la fama, y el aplauso en sí mismos son otros de los grandes alicientes para otros muchos; entre otras tantas cosas tan vanas o ligeras como sea el propio sujeto que las esté buscando, quizá habrás de responderte a ti mismo, de todo eso qué es lo que a ti te llena, debiendo ser esta más que una reflexión confidencial y honesta contigo y nadie más.

¿Será acaso necesario llegar al punto final de nuestra historia personal para percatarnos de que por allí, en alguna parte dejamos perdida una de nuestras máximas verdades, el ser humano en su esencia inicial nació humilde, libre de remilgos , prejuicios y aspiraciones vanas, no es así como seguramente nos vislumbraba la esencia real que nos mandó a movernos en estos terrenos.

Sembremos ahora de tajo y a la mayor profundidad posible, la renovada semilla de modestia que a muchos a cada momento nos está faltando, y así, al ir en el tráfico no tendríamos ya que irnos molestando si alguien más apurado nos rebasa; ni tendríamos porque preocuparnos tanto por usar la ropa que impone la moda; ni tomaríamos a mal que nos dirija la palabra o la sonrisa un "atrevido" indigente que cruza por nuestro camino; ni tendríamos que molestarnos por tratar de probarle a alguien que somos en algo los mejores; para concretarnos entonces solamente en tener un buen existir que fuese la antesala  de un buen morir, desprovisto de dolores, culpas o reclamos, que al final de este todo se convierten en flamas punzantes que estorban la trascendencia de nuestro cuerpo y nuestra alma a otro espacio mejor que nos aguarda.

Creo que al final de esta pasarela, de la próxima, y de las bifurcaciones infinitas que nos aguardan; allá más allá de lo visible  e ilimitado, allá... sólo abunda la sencillez. 

Por eso a ti que hoy me lees, te pido perdón por si alguna vez perdí de vista mi pequeñez, mis limitaciones, y mis inmensas debilidades. 

Te amo y te bendigo por siempre.